jueves, 5 de marzo de 2009

Crónicas de un viaje (IV)


“Remember who you are”

Lo que más me atrajo de Londres fue la enorme diversidad cultural que posee. Pasear por sus calles te introduce en un universo aparte, lleno de personajes surgidos de cuentos, fábulas y relatos de ciencia-ficción. La gente caminaba con naturalidad en aquel entorno; en cambio yo, no podía dejar de esbozar una sonrisa al paso de individuos tan peculiares.

La cuna de tanta singularidad la encontré en
Camden. Un espacio único y genuino, donde cada cual tiene cabida, y a buen seguro encuentra su sitio.

Era nuestro último día en la ciudad, y no queríamos perder detalle. Callejeamos por aquellas galerías repletas de comida, ropa y souvenirs. Nos perdíamos entre olores y colores, música y lienzos.
Todos sentimos ese impulso de adquirir, consumir y dejar huella en aquel legendario rincón.
Tras la comida a orillas de un canal, el grupo se escindió. Mitad continuaría recorriendo Londres (sus museos y monumentos) y mitad asistiría a un musical que marcaría un antes y un después –a éste último acudí yo-.




The Lion King fue escenificada con escrupulosa perfección y detalle. Luces y sombras danzaban al son de los ritmos africanos. Increíbles voces, fabulosa escenografía, reveladora armonía musical. No hay palabras para expresar la belleza de aquel espectáculo.
Disfrutamos, nos emocionamos y entonamos –en español- las letras de las canciones. Me admiré de los cantos, y comprendí que más allá del esplendor teatral se escondía un significado mucho más intenso y profundo.

Al finalizar la función salimos con los ánimos renovados. Se expresaba en nuestros rostros cierto aire de alegría y satisfacción; por la representación y por tanto cuanto estábamos compartiendo.

En Leicester Square nos esperaban los demás miembros del grupo. Puesta en común de la tarde y momento de despedidas. Ésa es quizá la parte más difícil de todo viaje, la partida.

La noche se presentaba larga. Nada mejor que hacer una parada en un café Nero –taza y cámara de vídeo en mano-, deleitados con el sabor de un espresso macchiato y música ambiental.
El día estaba finalizando y nuestras horas en London se extinguían. De nuevo, paseo junto al río Támesis, adiós al Big Ben, la Catedral de St. Pauls y el Puente del Milenio (grabación incluída).
Y de nuevo retorno al hostal. Recogida de los bártulos, cena en McDonald’s (a modo de pequeño homenaje británico) y salida en autobús dirección al aeropuerto de Luton.

Nuestra historia estaba llegando a su término. Nosotros nos alejábamos y allí, impávida, permanecía Londres; agradecida por la visita y emocionada pensando en nuestro regreso.

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