jueves, 20 de agosto de 2009

Granaínos por Europa (III)

Perspectivas

De igual manera que Escher en sus dibujos, así nosotros hemos conocido el norte de Europa desde diferentes perspectivas.

Acostados en el suelo, sobre hierba o la arena, se descubre el azul inmenso. Ese que revela nuestra naturaleza frágil y diminuta. Cierras los ojos y alcanzas un estado de auténtica relajación. La brisa, el sol, el cielo... es un buen momento para evadirse y meditar.

A vista de pájaro se observa el mundo desde el avión. Un mundo finito y diverso, ajeno a su propia vulnerabilidad. Seguimos subiendo, y una alfombra de algodón se extiende sobre nuestros pies. Estamos literalmente en las nubes.

La frescura de la brisa norteña acaricia nuestros rostros. Se siente la libertad y nos embarga la vitalidad. Tenemos el control sobre nuestro propio rumbo. Pedaleando vemos venir la vida de frente. Te admiras, porque el entorno adquiere otro matiz; y las circunstancias se relativizan.

De espaldas al camino, el traqueteo de un tren nos muestra los paisajes de pasada. Inquieta no saber lo que está por venir. "Como la vida misma", pienso. Y me gusta tener presente que lo inesperado llega, y te sorprende.


Evadirse. Relativizar. Inquietarse y admirar.
Aprender conviviendo y disfrutar compartiendo.

Una vez más, el viaje se convierte en una nueva ocasión para sorprenderse, conocer y continuar creciendo.

Seguiremos en camino ^+^

Granaínos por Europa (II)

Vivencias

Comidas rápidas pero abundantes. Paseos en bici. Desayunos de buffet. Siestas en parques.
Risas, sueños, charlas y calor.

Brindis con cerveza, agua o Coca-Cola. Viajes "gratuitos" en tranvía. Rostros de admiración y perplejidad. Rock & Roll a las puertas de las catedrales. Encuentros con "españoles por el mundo". Sentadas en plazas. Degustaciones de todo tipo de chocolates.

Hoteles de 4 y 5 estrellas. Hostales crepitantes. Cómodos trayectos en tren. Compras en mercados y tiendas de souvenirs. Subidas a campanarios de 336 escaleras. Café au lait, capuccinos y croissants. Rutas en bote a través de los canales. Largas esperas en los aeropuertos. Conversaciones en francés, inglés y hasta neerlandés. Pagar 50 céntimos por ir al toilette. Caídas nocturnas sin lesiones de gravedad.

Centenares de vídeos y miles de fotos han sido testigos de nuestras andanzas por las ciudades europeas. Movidos por la
ilusión y el entusiasmo hemos recorrido calles y paseos llenos de magia y encanto. Pasar de forma anónima y casi ininteligible reforzaba nuestro espíritu intrépido y aventurero.

El tiempo ha jugado a nuestro favor, y el clima de la Europa del Norte nos ha brindado su mejor cara.

Ahora nos queda el recuerdo de unas vacaciones compartidas y vividas en todas sus formas.
Atrás quedan los pasos recorridos. Por delante, todo un camino por andar.

Granaínos por Europa (I)

Las Ciudades

Siete días. Siete ciudades.
Europa se rinde de nuevo al firme paso de nueve jóvenes aventureros que inician una excitante incursión por tierras belgas y holandesas.

A lo largo de nuestro viaje, descubriremos costumbres, lenguas y formas de vida diferentes a la propia. Será una semana de caprichos y homenaje a nosotros mismos. Horas de preparación a las espaldas y una buena dosis de ilusión constituyen el ingrediente perfecto para comenzar una aventura que, sin duda, será inolvidable.

Bruselas. Nos cautiva con sus impresionantes construcciones y su dulce olor a gofre y chocolate. Ante nuestros ojos, se exhibe el encanto de la Grand Place. Una orquesta de luces y colores acoge a turistas y autóctonos cada noche. El Atomium es otro ejemplo de la excentricidad belga -quizá más impresionante desde fuera que por dentro-. Con tan sólo cincuenta centímetros de altura, Manneken Pis se convierte en punto de referencia y centro neurálgico de la ciudad. Decepciona verlo tan pequeñín, más aún cuando lo encuentras vestido. Los enormes edificios acristalados acogen a las principales instituciones de la Unión Europea, dotando de armonía y equilibrio a los barrios financieros. Bruselas se convierte en nuestro punto de partida hacia el resto de localidades que pretendemos conocer.


Amberes. No ofrece mucho para ver, especialmente si es domingo y el día comienza lluvioso. Puede convertirse en visita clave para quienes buscan anillos de compromiso de diamantes. La Estación Central es espectacular; y la comida en un restaurante italiano sabe mucho mejor cuando te rebajan el precio si pasas por estudiante ^+^. Mención especial merecen los Ironman, que nos acompañaron -o más bien les acompañamos- por algunas calles de la ciudad.


Gante. Movidos por el deseo de encontrar un entorno diferente, nos desplazamos a Gent. Iglesias góticas y castillos medievales se muestran ante nuestras atónitas miradas. Los canales, edificios y terrazas cultivan la imaginación, que vuela hacia tiempos remotos.

Brujas. Sin lugar a dudas, esta ciudad nos conquistará por su encanto y asequibilidad. Allí compartiremos parte de nuestro día con otras nueve peculiares compañeras de viaje (¡¡¡las bicicletas!!!). Conocer Brugge sobre dos ruedas se convierte en una excitante y original experiencia que nos acercará a la Plaza Mayor y su enorme campanario, a los viejos molinos de viento y a los múltiples canales que cruzan la ciudad.


Ámsterdam. Ciudad comercial y cosmopolita. El liberalismo del que presume se respira nada más llegar. Es un buen sitio para quienes gozan con las compras y la adquisición de zapatos y ropa (hay montones de tiendas!!!). El barrio rojo constituye otro punto de atracción turística. A través de escaparates, las prostitutas exhiben sus cuerpos a los viandantes, como si de piezas de museo se trataran. Los coffee shops son otro espacio característico de la ciudad. Allí se adquieren pequeñas cantidades de marihuana; aquélla que enrarece y vicia el aire de la ciudad holandesa. Del paseo en bote por los canales puede prescindirse, más aún a las doce de una calurosa y soleada mañana. Lo mejor de todo será comenzar el día con un buffet como desayuno. "Comer hasta reventar" podría haber sido la máxima de nuestro viaje.

Utrecht. Afortunadamente, nos dejamos impresionar por una de las ciudades más emblemáticas de Holanda. La llegada a la estación de ferrocarriles casi acaba con nuestros ánimos. La visión del Centro Comercial y unas calles poco representativas nos descubrieron, tras un paseo a pie, la verdadera hermosura de la ciudad. La comida a orillas de un canal nos acercará a la pintoresca escena de un joven que sierra bicicletas por arte... Gracias a él iniciaremos una excursión en busca del Castillo De Haar, cercano al pueblo de Vleuten. El recorrido en bici nos muestra la riqueza de la naturaleza colindante, sus bosques y ríos. La estampa de todo aquello bien podría haberse extraído de un cuento de hadas.


La Haya. Allí disfrutamos del Museo Escher y de un particular día de playa. Las gaviotas nos acosan y tratan de hacerse con nuestro almuerzo. El cansancio acumulado se refleja en nuestras miradas, y nuestro caminar. Regresamos temprano a Ámsterdam para aprovechar nuestra última noche allí.

La aventura llega a su término. Han sido días de sol, madrugones y buen comer. Cerramos nuestro viaje en un brindis con frías pintas de cerveza, contando anécdotas de antaño y riéndonos de nosotros mismos.

La vuelta a España será larga y fatigosa, mas nuestro equipaje irá atestado de vivencias, recuerdos y buenos momentos que harán más llevadero el retorno.

La Europa del Norte nos despide empañada, implorando -compungida- un temprano regreso.