domingo, 19 de enero de 2014

Interruptio

Ni de derechas ni de izquierdas. No es cuestión de partidismos.
Ni tan siquiera debiera vincularse a creencias o religiones.
Es un tema tan controvertido como delicado. Siempre lo ha sido. Y es que en estas últimas semanas el asunto del aborto alcanza -si cabe- aún más protagonismo.

La sociedad se escinde en partidarios y detractores. A favor, los "progres", los liberales. En contra, los "ultras", los fascistas.
Sobre la mesa se presenta el debate en torno a los derechos de la mujer. Todo el mundo opina, discute y argumenta. Quizá a nadie se le haya ocurrido aún -ni por asomo- ojear el polémico anteproyecto de ley de Gallardón y cotejarlo con su predecesora, la Ley Orgánica del 2010, aprobada durante la legislatura de Rodríguez Zapatero. Les insto a su lectura.

Se puede estar, en mayor o menor medida, conforme o en desacuerdo con ciertos supuestos; no cabe duda. Sin embargo, no parece lícito ni razonable, entre tanto maremágnum, poner en tela de juicio los derechos de la mujer, ni hacer de éstos un estandarte de lucha ("Nosotras parimos, nosotras decidimos"). Hasta donde bien se sabe, engendrar es cosa de dos. Habría de hablarse entonces del "derecho de los padres a decidir ". También ellos tendrán algo que decir... Considerar la penalización del libre aborto como algo misógino o machista es ridículo y desmesurado. A nadie se le ocurriría pensar que este es un planteamiento aleatorio e irreflexivo.

La mujer tiene (tenemos) derechos, claro que sí. Derecho a decidir sobre su sexualidad y a planificar su maternidad. Derecho a expresar sus miedos, problemas y dificultades; y a que se le otorguen el apoyo y la ayuda pertinentes a sus necesidades. Tiene derecho a ser informada y a recibir asesoramiento, orientación y programas de planificación familiar. El embarazo no debiera adquirir la consideración de problema, en ninguna circunstancia; y el aborto (fuera de supuestos) no debiera revelarse como único recurso o solución.

Hacer uso de temas tan delicados y comprometidos para hacer política es, cuanto menos, indecoroso y ruin. La sociedad tiene que manifestarse (¡claro que sí!) y exigir a sus gobernantes medidas y recursos; el fiel compromiso de que ninguna mujer sentirá incertidumbre y desamparo ante la nueva vida que se gesta.