sábado, 21 de marzo de 2009

¡¡ Bienvenida, Primavera !!

Como cada mes de marzo, Primavera acude puntual a su cita. Acompañada de un séquito de aromas, colores y estados hormonales, regresa un año más de su estacional exilio.
Su llegada marca el fin de la época de lluvias y el inicio del verdor agreste. Acogida por cantos silvestres, vuelos armónicos y danzas acuáticas, Primavera despierta a la naturaleza de su invernal letargo.

El sol brilla con más fuerza; reluce por más tiempo en su cielo. La noche se torna fresca y agradable. Los campos se cubren de aterciopeladas alfombras de flores. La atmósfera se engalana para celebrar su retorno.


Y mi ciudad también la recibe, inundada de desechos y basura. Miles de jóvenes realizan su anual migración urbana para festejar la entrada de la nueva temporada.
Las aceras se abarrotan de gentes que transitan sin orientación ni sentido, alcohol en mano. Beben, gritan, alborotan, berrean... Continúan bebiendo.
No quisiera yo ser recibida nunca de tal manera.

La fiesta termina, y comienza un nuevo día. De nuevo los pájaros, la brisa y el calor. Sólo el sonido de las escobas como testigo de una juerga de vergüenza.

Ya por fin pasó... ¡¡ Bienvenida, Primavera !!

sábado, 14 de marzo de 2009

Nómadas en la Ciudad

Samuel me cuenta que vive en una continua huida. Desde que iniciara su éxodo, no ha encontrado lugar donde descansar tranquilo. Transita las calles cargado con centenares de CDs y películas que nunca ha visto ni oído.

Entra en los bares, aguarda en las aceras. Observa, vigila. Siempre se encuentra en alerta.

Sus ojos me muestran la historia de su infortunio. Su tez oscura conserva las cicatrices del recuerdo. Chico hábil y gracioso; me sumerge en una sonrisa cordial y sincera.
Su mirada revela la dureza de aquella travesía. Un sol que quema, una noche que entumece, un agua que no aplaca la sed. Y compañeros que abandonan.

Samuel es tan solo un errante más. Uno de tantos nómadas que recorren nuestras ciudades. Sigue buscando su destino; aquel que un día le hizo partir de su patria y lanzarse a este viaje.

Con la esperanza de vivir un futuro digno, él sonríe. Dice tener la suerte, al menos, de haber tocado tierra.



miércoles, 11 de marzo de 2009

Aquello que nos mueve

Se manifiesta de múltiples formas; y sin embargo se expresa en un mismo lenguaje.

Hay quien negocia con su nombre. Lo camufla bajo un velo de soberbia y egoísmo.
Algunos simplemente lo confunden, y se sienten engañados, humillados y heridos.
Otros buscan, y creen no encontrarlo. Ignoran que forma parte de sus vidas.


Pero también hay quienes lo descubren en el quehacer de su rutina. Una mirada, una sonrisa, una canción, una caricia...


Se viste de hermano, amigo, compañero o amante.
A veces pide permiso para entrar. En otras ocasiones, se cuela sin llamar.
De golpe; poco a poco. Sutilmente o con pasión. Fugaz... eterno.
Siempre llega. Siempre está.

Se aleja, retorna. Comparte y se equivoca.

No oprime, libera.
No juzga, comprende.

No ofende, respeta.

Hay quien se empeña en silenciarlo. En perfumarlo con mentiras, perversión e hipocresía.
Algunos temen el compromiso que plantea. Levantan barreras. Se obcecan en frenarlo.

Y pese a todo, sigue renaciendo. Aún hay corazones capaces de alojarlo.

jueves, 5 de marzo de 2009

Crónicas de un viaje (VI)


Epílogo

Y ahora sí. Aquí concluye este relato, “Crónicas de un viaje” a la ciudad de Londres.
Sé que han quedado muchas cosas en el tintero. Anécdotas, sucesos o curiosidades que he pasado por encima. Otras que ni siquiera he llegado a esbozar. Y algunas que hubiese querido narrar en mayor profundidad. Pero de una u otra manera ahí están.
Sirvan estas crónicas de recuerdo a quienes participaron en ellas, siéntanse incluidos aquellos que quisieron formar parte de esto y nos acompañaron en la distancia, motiven a quienes desean vivir una experiencia similar y simplemente disfruten de la lectura todos cuantos permanecen ajenos a esta realidad.

Como siempre, un placer compartir con ustedes parte de mi tiempo, mi historia y mi vida.

Seguimos en esta travesía.

Crónicas de un viaje (V)


El regreso

Después de la extenuante jornada, nuestro cuerpo pedía algo de reposo y sosiego. Era poco más de la una cuando pisamos el aeropuerto, y aún nos quedaban varias horas por delante antes de tomar nuestro vuelo (que saldría a las 7:20 am).
Fue así como, haciéndonos hueco entre el resto de viajeros, nos dispusimos los nueve frente a una pared. Tumbados sobre el equipaje y arropados con los abrigos tratamos de conciliar el sueño en la terminal –algunos lo consiguieron y otros no; inclúyanme dentro de este grupo -.
Mi rato lo pasé recorriendo las estancias del aeropuerto, con idas y venidas al toilet; con el único propósito de calentar mis manos en los secadores de aire (tal era el frío que estaba pasando!!).
Los amigos fueron despertando y llegó el momento de retirar nuestros billetes. Una vez más nos sometimos al control policial. Detectores que pitan –hay quien olvidó sacar su móvil del bolsillo, verdad Bruno?-, cacheos, etc, etc.
El resto del viaje lo vivimos entre un estado de ensoñación y vigilia transitoria.
Compartimos el último almuerzo en un Bocatta, con la exclusividad de ser atendidos sólo nosotros, y ningún cliente más.

Y retorno hacia Granada. Ésta nos recibió bajo un cielo lluvioso y revuelto. Todo el agua que no nos había caído en Reino Unido lo cobramos a nuestra llegada.
Habíamos arribado a casa. Con miles, millones de aventuras a nuestras espaldas, era momento de hacer balance, recapitular, rememorar y dejarse llevar por un sueño reparador.



Crónicas de un viaje (IV)


“Remember who you are”

Lo que más me atrajo de Londres fue la enorme diversidad cultural que posee. Pasear por sus calles te introduce en un universo aparte, lleno de personajes surgidos de cuentos, fábulas y relatos de ciencia-ficción. La gente caminaba con naturalidad en aquel entorno; en cambio yo, no podía dejar de esbozar una sonrisa al paso de individuos tan peculiares.

La cuna de tanta singularidad la encontré en
Camden. Un espacio único y genuino, donde cada cual tiene cabida, y a buen seguro encuentra su sitio.

Era nuestro último día en la ciudad, y no queríamos perder detalle. Callejeamos por aquellas galerías repletas de comida, ropa y souvenirs. Nos perdíamos entre olores y colores, música y lienzos.
Todos sentimos ese impulso de adquirir, consumir y dejar huella en aquel legendario rincón.
Tras la comida a orillas de un canal, el grupo se escindió. Mitad continuaría recorriendo Londres (sus museos y monumentos) y mitad asistiría a un musical que marcaría un antes y un después –a éste último acudí yo-.




The Lion King fue escenificada con escrupulosa perfección y detalle. Luces y sombras danzaban al son de los ritmos africanos. Increíbles voces, fabulosa escenografía, reveladora armonía musical. No hay palabras para expresar la belleza de aquel espectáculo.
Disfrutamos, nos emocionamos y entonamos –en español- las letras de las canciones. Me admiré de los cantos, y comprendí que más allá del esplendor teatral se escondía un significado mucho más intenso y profundo.

Al finalizar la función salimos con los ánimos renovados. Se expresaba en nuestros rostros cierto aire de alegría y satisfacción; por la representación y por tanto cuanto estábamos compartiendo.

En Leicester Square nos esperaban los demás miembros del grupo. Puesta en común de la tarde y momento de despedidas. Ésa es quizá la parte más difícil de todo viaje, la partida.

La noche se presentaba larga. Nada mejor que hacer una parada en un café Nero –taza y cámara de vídeo en mano-, deleitados con el sabor de un espresso macchiato y música ambiental.
El día estaba finalizando y nuestras horas en London se extinguían. De nuevo, paseo junto al río Támesis, adiós al Big Ben, la Catedral de St. Pauls y el Puente del Milenio (grabación incluída).
Y de nuevo retorno al hostal. Recogida de los bártulos, cena en McDonald’s (a modo de pequeño homenaje británico) y salida en autobús dirección al aeropuerto de Luton.

Nuestra historia estaba llegando a su término. Nosotros nos alejábamos y allí, impávida, permanecía Londres; agradecida por la visita y emocionada pensando en nuestro regreso.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Crónicas de un viaje (III)


Al completo


El número de miembros de esta expedición continuaba en ascenso. La tarde anterior se habían incorporado las Marinas. Llegaron directas desde Málaga con sucesos curiosos sobre su vuelo –y galletas Príncipe para compartir-.

Una vez más, nos sorprendimos con un día ausente de lluvia, y la oportunidad de disfrutar de una ruta a pie.
La mañana la dedicaríamos a conocer el Londres Real. Partiendo desde Cromwell Road nos dirigimos hacia el Buckingham Palace, pasando por el Museo de Historia Natural, el Harrods, Hyde Park y St. James Park.
La guardia de palacio más parecía un espectáculo de bufones que oficiales responsables de la seguridad de la Corte. Me pregunto cuánto debe cobrar la guardia real por ser objeto de burla de los turistas…
La realidad es que la escena de todo aquello era espectacular y grandiosa; aunque no llego a entender demasiado bien el por qué de tanta opulencia. Apuesto a que la reina no disfruta ni de la mitad de las estancias del mayestático palacio. Soy demasiado discreta en ese sentido, tanta ostentación me abruma.


Continuando nuestro recorrido por la zona fuimos protagonistas de divertidas anécdotas. No todos pueden alardear de haber arrojado desperdicios en la basura de la casa del propio Gordon Brown (Marina lo hizo, y este hecho le ha marcado de por vida).
Llegamos hasta la Abadía, el Big Ben y el Parlamento. Desde allí tomamos un metro rumbo a Notting Hill.




Portobello Road es una calle plagada de comercios y turistas ávidos de comprar. Para nosotros, aquella zona se convirtió en punto de encuentro, casual y concertado.
Allí fue donde, cámara en mano, JE se unió a nuestro particular grupo de “andaluces por Londres”. Minutos más tarde llegaría el esperado reencuentro con Carlos, de quien nos complació comprobar que el paso de los años había mantenido inalterable.
Camisetas, sombreros, pasteles. Todo ello fueron adquisiciones del momento.
La tarde de aquel sábado resultó verdaderamente provechosa. Paseo por Tottenham Rd, Regent Street y visita a Hamleys –maravillosa juguetería de cinco plantas!!-.
Llegó la hora de cenar. Quizá, uno de los mejores momentos del día. Nuestra incesante búsqueda de un buffet vegetariano nos condujo hasta la despensa de un restaurante chino. Comimos hasta la saciedad, compartiendo habitáculo con la cocinera y un entretenido camarero que se disculpaba por su limitado inglés. Hay que vivirlo para llegar a entender la experiencia.
De aquella ocasión existen imágenes que, tarde o temprano, podrán ver en sus pantallas.

Crónicas de un viaje (II)


In London’s City

La ciudad de Londres se nos presentó encapotada y fría. Para ser nuestro primer día de visita, ya andábamos (ahora éramos 12 en el equipo) un poco fatigados.
La noche apenas nos sirvió de descanso. El agotamiento del viaje y la espera intranquila de la llegada de parte del grupo hicieron que dormitásemos más que disfrutar de un profundo y revitalizante sueño.
Ahora Londres nos daba su bienvenida ante unos ojos agotados pero ávidos de contemplar, admirar y descubrir.
Nuestro plan de aquel día incluyó free tour capitaneado por una venezolana que explicaba e interpretaba cada parte del recorrido como si formara parte de una de esas telenovelas de sobremesa. Nos guió hacia la Torre de Londres, el Tower Bridge, el London Bridge, el puente del Milenio, la Catedral de St. Pauls, la Iglesia de los Caballeros Templarios, el Banco de Londres e infinidad de homenajes a víctimas y héroes de las "hazañas" británicas.
El momento del almuerzo no tuvo desperdicio. Comenzando por la mítica frase “it’s OK!!” (by David... que más tarde se haría célebre), y continuando por una copiosa comida (all you can eat!!) en Pizza Hut; apenas si quedamos con fuerzas para adentrarnos en el Soho y su entorno.
El café de un Starbucks en pleno Piccadilly Circus, acompañado de risas y fotos, amenizó parte de la tarde.
En Londres oscurece temprano, y con la puesta de sol la atmósfera se refresca. Afortunadamente, aquella jornada nos brindó una apacible mirada, sin lluvias ni gélidas temperaturas.
Pero nuestros cuerpos precisaban reposo.
Y así, tras una reconfortante ducha –de esas que queman y sonrojan la piel-, decidí poner fin a mi primer día en Londres.
Necesitaba una tregua; y ciertamente aquella noche me la ofreció.

martes, 3 de marzo de 2009

Crónicas de un viaje (I)


El Personaje

Me encanta viajar. Conocer ciudades, culturas, gentes. Saberme rodeada de personas que no me conocen ni entienden y, sin embargo, basta una sola mirada para crear cierta complicidad.
Las travesías en avión son mis preferidas. Sentirte tan cercana en el tiempo y tan alejada en el espacio. Los vuelos siempre instauran en mí cierto aire de inquietud emocional –comodidad y confort vs intranquilidad y preocupación. En pocas ocasiones sientes que tu vida depende tanto de una persona, su experiencia y técnica.

El aeropuerto se me presenta como un mundo aparte. Una zona de tránsito entre lo conocido y lo ignorado; aquello que estás a punto de descubrir. Una marea de personas va de un lado hacia otro. Puestos de control policial, detectores que pitan, cuerpos de seguridad que cachean. Y en medio me encuentro yo. Unas veces más perdida que otras.
Río y pongo mi mejor cara. He descubierto que la sonrisa puede ser el pasaporte más idóneo para desenvolverse en medio del caos de la terminal.

Esta vez nos embarcamos rumbo a Londres. La primera parte de la expedición está constituida por seis personas. Tomamos asiento y observo a mi alrededor -siempre lo hago-. Me gusta ver la expresión de los rostros que me acompañan. Unos niños juegan con sus Game Boys durante el trayecto, una chica consuela a su compañera (no llego a acertar si se siente aturdida por un mareo o es presa simplemente de una crisis de pánico al hecho de volar), azafatas recorren el pasillo de cabina a cola… y allí, delante de mí lo encuentro. Un tipo inglés con traje a rayas. Se zampa un bocadillo y un plátano en menos de lo que dura el despegue. Se coloca sus anteojos, sus auriculares, y a dormir.
Entre tanto, el grupo discute sobre temas diversos.En nuestro discurrir descubrimos que hay mayonesas voladoras –air craft-, que los cinturones de seguridad tienen su patente y que los productos que ofrecen durante el vuelo son extremadamente caros.


Comienza el aterrizaje. El tipo eleva su máscara, saca su móvil y comienza un solitario. ¡¡¡Lo tiene todo perfectamente calculado!!!

Tocamos tierra; estamos en el aeropuerto de Gatwick.
En nuestra búsqueda de transporte hacia London seguimos cruzándonos con personajes muy peculiares.
Acabamos de llegar.
He aquí el comienzo de nuestra historia.