miércoles, 4 de octubre de 2017

Cataluña - España (1-O)

Por qué no comenzar aclarando que España no es Rajoy, ni Sánchez, ni Rivera ni Iglesias. Ni mucho menos Puigdemont o Piqué, ¡qué duda cabe!
España no es tampoco esa panda de dirigentes charlatanes, corruptos y vocingleros, que se avivan en bregar en el Congreso cuales gallos de pelea. Esos que no ofrecen soluciones o propuestas. Aquellos que no dan cabida al acuerdo.

En estos días de auténtica crisis nacional, igual valdría tratar de ser más imparcial. Porque en ningún conflicto, guerra o batalla campal hay buenos y malos. Nadie resulta ileso. Todos elaboran su versión a su propio interés y deseo. 


Aborrezco el odio generado en estos tiempos, la manipulación de los medios y en las redes sociales, y el bochornoso partidismo generado -o eres de uno o de otro-.
Condeno la violencia en las calles, venga de quien venga; pero si a alguien debieran meterles los palos por donde les quepan, son a esos fantoches televisivos que atienden al nombre de políticos. Por su ineptitud y nula capacidad de diálogo. Por su complejo de soberanía. Y por hacer las cosas porque le salen de los huevos.
Por manipular y engañar. Por pervertir la palabra democracia. Por vincular una bandera a un tinte fascista, generando aversión entre los miembros de un mismo pueblo.
Aterra ver a jóvenes púberes hablar de represión y dictadura, hacer alusión a un pasado que ni por asomo llegaron a conocer, y que no refleja más que la falta de argumento y conocimiento del momento histórico presente.
Duele ver a un país fragmentado, enemistades generadas por intolerancia, falta de razón y entendimiento.
Me repugna la gratuidad de los insultos, la imagen pública que se está dando más allá de nuestras fronteras (españolas y catalanas), la facilidad para acusar de fachas o nazis a quienes defienden la unidad de un país y el sentimiento de pertenencia a su tierra.

Quisiera ver manifestaciones de verdadero diálogo, de igual a igual, sin cargas policiales ni tiradas de piedra a los "contrincantes". Ver a nuestros gobernantes a pie de calle, escuchando las necesidades del pueblo, ese que tanto mencionan y que tan poco conocen.
Basta ya de mangonear; de esta ceguera colectiva, de este cierre de mollera.

España no es su rey ni el delirio de unos cuantos. No es una dictadura, por muy de moda que esté.
España es más que eso. España es (somos) su gente, su clima, su gastronomía. Su pluralidad de culturas, sus lenguas y dialectos. 
España es un país de acogida, de convivencia, de riqueza inmensurable. Es vega y desierto, sierra y mar. Es fascinación por conocer y adentrarse en sus costumbres. Es música y arte. 
España es respeto y libertad de expresión. Es cumplimiento de unas leyes ratificadas en referéndum (lo mismo hay que plantearse revisarlas y adaptarlas a los tiempos que corren; no vaya a ser que fuese eso el problema de todo esto). 

Que pese a todo -y lícito es-, hay a quien no le gusta esta mierda de país... ya sabe dónde está la puerta. Igual fuera se vive mejor.