miércoles, 11 de septiembre de 2013

El pan de cada día

Diego, con setenta y muchos años, es el paciente de la segunda. "Cuénteme, qué le ocurre". Se muestra callado y suspicaz. En su rostro se dibuja un gesto de miedo y desasosiego. "Doctora, me preocupa que, cuando ensucio, sale sangre... Estoy cansado, sin apetito, he perdido varios kilos de peso en este último mes; y desde hace unos días siento un 'remorcico' en este lado del vientre que no se me quita". Las respuestas salen a golpe de preguntas; hay poca espontaneidad en su relato. Cuenta con un buen respaldo familiar, que aporta la mayor parte de la información y cronología de los síntomas.

Antonio es pocos años más joven. Ha llegado a la planta tras 20 días de ingreso en UCI, donde se debatió entre la vida y la muerte. Es un hombre sonriente, fuerte, vital. Y a pesar de ello, el desánimo le postra en una cama de la que se niega a levantarse. "Ya he salido de allí... lo peor es que ahora me quedan aquí -por lo menos- otros quince días". "Ya verá como no, a partir de este momento irá todo más rápido y mejor". En su cuerpo permanecen los estigmas de la gravedad de su proceso. Lina, su mujer, lo acompaña incansable y persistentemente las 24 horas del día. "Señora, váyase a casa a dormir, él está aquí bien asistido". 

Son días de acompañamiento e intensa escucha. De buenas noticias para uno, y no tan gratas para el otro. Con tiempo, paciencia y diálogo, Diego empieza a entender y a confiar. "Yo sólo le digo que cuando quiera, puede venirse a la huerta a comer; allí tiene su casa. ¡Y tráigase a su marido o a alguna amiga!". Sus hijas me miran -con ojos vidriosos- llenas de dudas e interrogantes. Su esposa coge su mano y la acaricia con ternura. Para Antonio, cada día es un nuevo logro. Ya inició su rehabilitación y hoy ha comenzado a deambular. Ahora hablamos de metas, sueños y futuro; es un auténtico superviviente.

Detrás de cada historia se revela una persona. Son vidas llenas de preocupaciones, recelos y temores. Y en su día a día descubres la importancia del ser sencillo, cercano y cordial; del poderoso pilar que constituye la familia, y de que más de cincuenta años de amor te hacen ser más fuerte y luchador. No hay nada más lícito, ante tanto dolor, que mostrar una buena dosis de humildad y alegría.




2 comentarios:

  1. Elena, qué bien describes tu realidad cotidiana! y qué bien la transmites! Un beso.

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  2. Elena, qué bien describes tu realidad cotidiana! y qué bien la transmites! Un beso.

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