jueves, 28 de junio de 2012

Aquí y ahora

¿Quién no ha deseado alguna vez poseer el don de la ubicuidad? ¿O adquirir acaso la capacidad de teletransporte?
En mi caso, ocurre con tremebunda frecuencia. Y esta aspiración se pone de considerable manifiesto cuando, tras la oportunidad de un viaje, requiero volver a casa. ¡Qué no daría por encontrarme en ella (con las maletas deshechas inclusive)!

Nunca se me antojó tan grande aquel edificio. Pasé el día recorriendo los largos pasillos que comunican ambos pabellones... Y llegó la hora en la que me convertí en el único ser viviente -amén de los ácaros que se asientan en sus suelos- que transitaba por aquellos emplazamientos. 


Afortunadamente para mí, asistí puntual a la prórroga. Aunque es conocida mi escasa devoción por el deporte español, sí que me complace presenciar los insignes momentos en que se engendra la historia.


En la era de la tecnología, resulta difícil creer que aún nadie haya creado un artilugio de traslación instantáneo. La "final" promete una tregua laboral; de lo contrario habrá que recurrir a la fantasía mental y a la evasión espacio-temporal (qué remedio!!).



No hay comentarios:

Publicar un comentario