Nunca imaginé que la ciudad pudiera resultarme tan encantadora. Supongo que es la necesidad de sentirme como en casa lo que me hace buscar similitudes entre Murcia y Granada.
Mi primera semana me ha llenado de entusiasmo en todos los sentidos. Quizá sólo sea la primera impresión, pero está llena de positivismo y satisfacción.
Murcia es una gran desconocida. Y hay tanto por descubrir allí!!
Con los ojos bien abiertos pateo sus calles, llenas de música y esculturas. Los parques acogen a chiquillos que juegan. Y las terrazas se abren a jóvenes que, entre tintos y cervezas, tratan de paliar su sed. También encontramos bares de tapas.
Podría llamarla "la ciudad del sol". Allí luce con fuerza, y calienta sobremanera el ambiente.
Su gente, estupenda. Acogedora y educada. Es fácil orientarse en un lugar como aquel. Todo es muy asequible.
La experiencia en el nuevo piso no podría ser mejor. Sin tv, internet ni teléfono sobrevivimos las dos Elenas, lidiando contra el tedio y el aislamiento exterior. No hay nada como unas buenas risas antes de ir a la cama.
La convivencia nos está enseñando mucho: la llave del buzón no abre la puerta del trastero, las latas de maíz se arrojan en el contenedor de los envases... Y la hora de la siesta es sagrada!!
Ahora regreso de nuevo a la huerta murciana.
Allí, poco a poco, trataré de hacerme hueco. Allí, piedra a piedra, construiré mi pequeño rinconcito... y lo llamaré hogar.